Todo tiene un inicio, un comienzo y es por ahí donde vamos a comenzar… por
el 25 de mayo de 1810… pero decir que la historia de nuestro folklore se inició
con la emancipación sería ignorar nuestra sangre… nuestro legado y no reconocer
parte de la historia.
Es como si nuestra propia historia comenzara sólo cuando nos independizamos
de nuestros padres… Y aunque a lo largo de esta nota nos centraremos en el
folklore a partir de la independencia, no debemos ignorar todo el aporte
cultural que los pueblos aborígenes dieron a la tradición argentina…
Después del paso que los criollos dieron al formar el primer gobierno
patrio todo cambió, no sólo en la política sino también en lo social y
cultural... es decir en el folklore.
Comenzaron a aparecer danzas picarescas y vivaces contrastantes a las preferidas por la cultura
colonial española. Surgen así el pericón (danza patriótica de Argentina,
Uruguay y Chile), el cuando, el triunfo (creado para festejar el triunfo
independentista) y el cielito (llegó a las tropas desde el ámbito rural,
convirtiéndose en el canto popular de la independencia).
Además en este proceso de guerras, tanto por la independencia como las
civiles, resurgen las vidalitas, que eran entonadas por los miembros del
ejército en campaña.
Nuevamente se vería influenciado y transformado nuestro folklore con los
nuevos elementos que incorporaron los inmigrantes, principalmente venidos de
Europa, entre los años 1850 y 1950.
Surge durante esta época el tango que rápidamente fue identificado como la
música ciudadana relegando al folklore sólo al ámbito rural.
Es en este período donde florecen algunas de las danzas trascendentales que
conforman nuestro folklore como lo son la chacarera (nacida al parecer a
mediados del siglo XIX en Santiago del Estero), la zamba (que aparece a fines
de 1860, descendiente de la zamacueca afroperuana), la milonga carpera y la
arunguita.
En la segunda mitad del siglo XIX aparece en la región del nordeste el
chamamé (aunque recién se lo llamaría así un tiempo después) como resultado de
la unión de los distintos ritmos alemanes, polacos, judíos y ucranianos (polkas
y shottis principalmente) con los ancestrales de la región que provenían de los
aborígenes guaraníes y las tradiciones afro - rioplatenses.
Hacia fines del siglo XIX se intenta dar impulso nuevamente al folklore
como nuestra música nacional, siendo los recopiladores Juan Alfonzo Carrizo,
Ernesto Padilla y Andrés Chazarreta, los que inician este movimiento.
Fue en agosto de 1906 que el mismo Chazarreta dio el primer paso cuando
presentó en el teatro Cervante (Santiago del Estero) su recital de guitarra
donde abrió con la interpretación de “La Zamba de Vargas” de autor desconocido.
Por aquella época se llamaba “música nativa” a todo lo eferido al folklore
por lo cual Chazarreta creó la Compañía de Arte Nativo del Norte Argentino
(1911) recorriendo con ella el país.
Buenos Aires, por su parte, pasó a ser el centro para la difusión de la
música argentina de forma masiva ya que albergaba a las más importantes
radioemisoras, las compañías discográficas y la vitalidad del mundo del
espectáculo.
Es considerado para muchos como el momento clave del resurgimiento del
folklore la presentación que realizó Andrés Cazarreta en Buenos Aires el 16 de
marzo de 1921, donde expuso canciones populares como La Telesita, La Lopez
Pereyra, Zamba de Vargas… Cuatro años más tarde grabó su primer simple con la
discográfica Elektra.
A mediados de 1930 comienza a declinar la llegada de los inmigrantes
provenientes de Europa, en contraposición se inicia una oleada migratoria
interna, del campo a la ciudad, de las provincias a Buenos Aires, llevando
consigo el folklore.
La difusión masiva de la música folklórica a través de la radio llega de la
mano del debut sanjuanino Buenaventura Luna y su grupo La Tropilla de Huachi
Pampa en la radio El Mundo de Buenos Aires con temas como “Sentencias del Tata
Viejo” y “Entre San Juan y Mendoza”. El éxito de la presentación hizo que la
emisora pusiera en el aire el programa de folklore “El fogón de los Arrieros”
en 1939.
Se generalizan en ésta década los dúos folklóricos como el de Los Hermanos
Cáceres, el dúo Tormo - Canales (que formaba parte de la Tropilla de Huachi
Pampa) y el de las tucumanas Molina - Vera, por nombrar sólo algunos.
Durante la película “La Guerra Gaucha” (1942) dirigida por Lucas Demare
aparecieron Los Hermanos Ábalos interpretando su “Carnavalito”, alcanzando fama
nacional.
Entre los precursores del folklore del litoral podemos mencionar a Osvaldo
Sosa Cordero (grabó desde 1942 para el sello Orión con el conjunto Osvaldo Sosa
Cordero y sus correntinos y su canción “Anahí” fue incorporada al reportorio
escolar en 1943) y a Emilio Chamorro (fundador del grupo Los Hijos de Corrientes
con el que grabó discos para RCA Víctor y apareció en películas como “Cándida”
y “Tres hombres del Río”).
En los años '40 Ramón Sixto Ríos lanzaría su chamamé “Merceditas” que con
el correr del tiempo pasaría a ser una de las canciones más populares de
nuestro folklore.
En el año 1942 es formado el cuarteto Santa Ana (aún hoy en actividad) por
Isaco Abitbol y Ernesto Matiel que sería un éxito masivo.
Este
resurgimiento del folklore se pudo apreciar también en 1948 cuando el simple
“Amémonos” de Antonio Tormo vendió un millón de copias, superando todas las
ventas incluso las de Carlos Gardel.
A Fines de la década del '40 fue puesto en el aire, por Buenaventura Luna,
el programa “El Canto Perdido” (Radio Belgrano).
Se comenzó a investigar y estudiar la música folklórica de la mano de
investigadores como Augusto Raúl Cortázar, Isabel Aretz y Carlos Vega quien
fundaría el Gabinete de Musicología Indígena (Museo Argentino de Ciencias
Naturales) en 1931.
En 1949 el entonces presidente de la nación, Juan Domingo Perón, mediante
un decreto, dispondría que tanto en lugares públicos como en confiterías al
menos la mitad de la música que se ejecutara debía ser nativa, protegiendo así
la música nacional. Años más tarde (1953) la Ley del Número Vivo ordenaría
incluir artistas en vivo en funciones cinematográficas.
Ambas medidas provocaron un boom en el folklore por el gran surgimiento de
artistas y grupos folklóricos.
En 1950 el cantante Antonio Tormo graba “El rancho 'e la Cambicha” (de
Mario Millán Medina) en un disco simple, el cual vendería 5 millones de copias.
En ese mismo año Polo Giménez estrena su zamba “Paisaje de Catamarca” con
la cual se hizo famoso.
En 1948 se presentarían por primera vez en Salta Los Chalchaleros, un
cuarteto que impondría el uso de tres guitarras y un bombo como estructura de
conjunto folklórico.
Este cuarteto sería nada menos que uno de los fundamentales hitos en la
música folklórica e inspiradores de muchos grupos similares como Los Cantores del
Alba, Los de Salta, Los Tucu Tucu, por nombrar sólo algunos.
Durante 1956
lanzarían su primer trabajo titulado “Éxitos de Los Chalchaleros” (volumen 1)
al igual que otros dos cuartetos fundamentales de la música argentina Los
Fronterizos con “Canciones de cerro y Luna” y Los Cantores de Quilla Huasi.
Además esta explosión folklórica ayudó a la difusión masiva de cantantes y
músicos que venían actuando desde hace años como los guitarristas Eduardo Falú
y Abel Fleury, el bandoneonista Payo Solá, la cantante Margarita Palacios, el
violinista Sixto Palavecino y Ariel Ramirez, entre otros.
En cuanto a la música litoraleña alcanzan éxito nacional músicos como
Antonio Tarragó Ros (llamado “El Rey del Chamamé”), Ramona Galarza y Tránsito
Cocomarola.
Es durante este período donde se dan a conocer importantes composiciones de
nuestro cancionero popular como: “Kilómetro 11”, “Sapo Cancionero”, “La
compañera”, “Candombe para José”, “Zamba para no morir”…
Conitnúa…