Luz que se eleva desde el
suelo. Alma en pena que no encuentra consuelo.
Una de las creencias más
arraigadas de mi pueblo.
Siempre
el hombre ha tratado de encontrar una explicación a cada fenómeno que ante sus
ojos se cruza… Para la gente creyente y de mucha fe en la época de los gauchos,
y aún hoy en algunas zonas rurales, todos los “fenómenos” que suceden tienen
que ver con lo religioso: las cosas buenas que pasan se deben a una bendición
de Dios y lo que despierta miedo es obra del diablo o mandinga…
Entre
las supersticiones que podemos recoger se encuentra la de “La Luz Mala” o “Farol
de Mandinga”.
Es cuando comienzan los últimos rayos del sol a
iluminar los cerros, o cuando la luna llena ilumina los campos con mayor
intensidad, que suele verse una luz brillante que se eleva
del suelo.
La
“luz mala” es temida porque según las creencias es el alma de algún difunto que
al no haber purificado todas sus penas no puede irse de la tierra y anda
vagando en busca de alguien que escuche su sufrir o que encienda una vela en su
memoria.
Existen
muchos relatos de personas que cuentan que han sido seguidos por la luz mala o
que éstas han asustado a los caballos, y se dice que la mejor manera de
librarse de ellas es elevando una oración… y como último recurso recurrir al
uso de un arma blanca ya que las de fuego son inefectivas.
Generalmente
nadie cava donde sale la luz mala por el miedo que ésta superstición les ha
creado.
La
mayoría de la gente que relata sobre “El farol de mandinga” coincide que es el
24 de agosto, día de San Bartolomé, el momento más propicio para verlo, ya que
la creencia popular dice que es el único día que el diablo se ve libre de sus
“custodios celestiales” y puede realizar sus travesuras.
Una
de las hipótesis indica que ese resplandor tenue que suele verse en los campos
no es otra cosa que los gases fosforescentes que se forman por la
descomposición de huesos o materia orgánica sobre el suelo o enterrada a poca
profundidad. Dicha teoría suele no ser aceptada por muchos debido a que la
creencia en esta leyenda se ha arraigado muy profundamente en nuestro folklore.
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