Cultura Folk en Imágenes

El Clavel del Aire


Seguramente, los que tenemos la fortuna de poder convivir con la naturaleza, cuando hemos dado un paseo al aire libre o visitado un arroyo hemos visto aferrada a algún añoso árbol o en alguna grieta de una roca al clavel del aire.

Este género fue nombrado Tillandsia por Carlos Linneo y son plantas epífitas, es decir que crecen sobre otras plantas, aunque algunas especies lo hacen sobre cables, rocas, techos, etc.

El clavel del aire se fija a la planta a través de su sistema radicular. Sin ser un parásito (no absorbe la savia de la planta huésped, como muchos creen) suele convertirse en plaga en algunos árboles como algarrobos, cedros, cipreses, arces, olmos, jacarandás, por nombrar algunos.

La siguiente leyenda nos cuenta el origen de esta planta y el por qué crece arraigada a otras…

Cuentan en el noroeste argentino que por los años de la conquista un joven oficial español se enamoró a primera vista de una hermosa aborigen llamada Shullca, durante una expedición, caminando por la sierra. El hombre que quedó prendado de los bellos rasgos y la dulzura de la voz de la joven se propuso conquistarla. Trató por todos los medios de captar su atención mas su apasionado amor nunca fue correspondido.

Obsesionado por sus sentimientos, una tarde en la que la halló sola en la sierra, comenzó a perseguirla. Shullca desesperada con la situación decidió treparse a un coposo algarrobo que encontró en su huida. El viento que era fuerte amenaza a la joven con derribarla pero tenaz en su idea de escapar de su acosador no se rindió llegando a la rama más alta.

El militar comenzó a trepar tras ella y con dulces palabras trató de convencerla para que bajara prometiéndole que la respetaría. Ante la negativa de la aborigen el español comenzó a blandir su cuchillo para obligarla a descender con amenazas.

Shullca se mantuvo firme en su posición haciendo caso omiso de lo que el oficial le dijera.

Cegado por la furia de no ser correspondido arrojó, sin pensar, el cuchillo contra su amada con tal mala suerte que la hoja de esté se hundió en el pecho de la joven.

Con los ojos cristalizados por la cercana muerte cayó el cuerpo al vacío.

Al darse cuenta de lo que había hecho y entristecido y atormentado por lo sucedido, el oficial español saltó también desde el precipicio persiguiendo a su amada aún en la muerte.

Sólo en lo alto, una gota de sangre que alcanzó a humedecer el tronco del árbol, quedó como único vestigio de lo acaecido esa trágica tarde… Y fue de esa gota de sangre desde donde nació el clavel del aire que, enraizada a las distintas plantas, con su fragilidad y delicadeza nos recuerda por siempre la inocencia de esta joven aborigen llamada Shullca.

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